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Deadpool 2, acción plena y sin embrollos

por Alejandro Herrera

La segunda entrega de Deadpool, dirigida por David Leitch y protagonizada por Ryan Reynolds, rinde homenaje a aquellas cintas de antaño donde el objetivo era entretener al espectador sin mayores pretensiones. Quizá por ello se antoja como una experiencia delirante que no debe dejarse pasar.

Siguiendo más o menos la línea de su antecesora, la película del mercenario bocazas no tiene miramientos en burlarse de todo y de todos, incluso de su clasificación, pues la violencia, el humor escatológico y el doble sentido siguen presentes en la trama, dejándonos ver que se pueden hacer películas de súper héroes para adultos sin caer en lo solemne.

Respetando la esencia de los personajes sin recurrir al fan service, Deadpool 2 hace referencia a los cómics dándose bastantes licencias creativas; la primera de ellas, la inclusión de una Domino de ascendencia afroamericana interpretada por Zazie Beetz, quien cumple su función como personaje de soporte, sin mayor atractivo que el de detonar uno que otro chiste sobre la inclusión de género, el machismo y el racismo tan presente en la industria cinematográfica estadounidense.

Josh Brolin, por su parte, nos presenta un Cable despojado del complejo trasfondo que posee su contraparte en las viñetas, y que juega más a ser una suerte de parodia del Terminator encarnado varias veces por Schwarzenegger, sin embargo, ayudado también por el impecable trabajo de caracterización, el actor, quien también personificara a Thanos en Avengers: Infinity War, sale avante y alude a su posible participación en futuras entregas de la franquicia.

Deadpool, creado en 1991 por Rob Liefield y Fabian Nicieza para Marvel Comics, ha encontrado en Reynolds el vehículo perfecto para dejar fluir su incorrección política e irreverencia, con referencias muy explícitas sobre elementos de la cultura pop, sobre todo de la década de los noventa, el héroe (o antihéroe en este caso) reivindica los clichés de afamadas cintas y no duda en hacer evidente, otra vez, que en Hollywood también se toman malas decisiones que si bien no pueden borrarse pueden tomarse con humor.

Deadpool 2 se presenta como una oportunidad para exorcizarse del a veces forzado dramatismo que buscan otras cintas del género, creando un universo propio en el cual no es necesario ser un estudioso del canon, ni un seguidor religioso de aquellas sagas que han tomado una década en materializarse. Divertida, sin rodeos.

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