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La grandeza del legado de Rufino Tamayo

por Redacción

Rufino Tamayo fue uno de los principales representantes de la plástica mexicana del siglo pasado.

Dualidad, Rufino Tamayo

Nacido en Oaxaca el 25 de agosto de 1899, e hijo de indígenas zapotecas, Rufino Tamayo ha sido considerado el pintor más natural a la hora de representar en su obra la identidad mexicana, tanto prehispánica como poscolonial.

De acuerdo con los datos de sus biógrafos, ingresó a los 16 años a la Academia de San Carlos, donde no permanecería ni un año completo, esto debido a su personalidad rebelde poco adaptativa a la disciplina de la Institución. Una vez abandonada la formación académica, el joven Rufino se dedicó al estudio autodidacta del arte popular mexicano.

Los expertos han ubicado en la trayectoria de Tamayo una primera etapa caracterizada por una tendencia primitivista de corte indigenista, para más adelante enriquecer su estilo con algunos toques provenientes del constructivismo; esta evolución llegaría a relacionarle incluso con el surrealismo.

Con 22 años de edad, Rufino Tamayo llevó a cabo su primera exposición pública, y en adelante sería invitado a exponer sus obras en distintos recintos tanto nacionales como internacionales. 

Entre su desempeño profesional, también dedicó buena parte de su tiempo a la docencia en la Escuela Nacional de Bellas Artes, al grado de haber ocupado el cargo de director del Departamento de Artes Plásticas de la Secretaría de Educación Pública.

Sin abandonar nunca su compromiso con el discurso es tilo de la plástica mexicana, Rufino Tamayo absorbió también mucho del estilo europeo, sobre todo durante los casi 20 años que radicó en la Ciudad de Nueva York. Fue durante este periodo que se fortaleció su propia personalidad plástica, perfeccionando la técnica y retomando elementos de la cultura precolombina.

Contrario al discurso revolucionario e incluso de izquierda de los 2 grandes del muralismo mexicano, Tamayo también incursionó en el gran formato, siempre en apego a sus raíces indígenas pero con una poesía visual mucho más sutil. 

Uno de los murales  más importantes de la obra de Tamayo se encuentra en Houston, inaugurado en 1956 y lleva por nombre “América”. A pesar de que la mayor parte de su obra fue de caballete, llegó a realizar importantes obras monumentales en distintos puntos del orbe, incluyendo Estados Unidos, Argentina, Francia, Japón e  Israel.  

Entre las obras más importantes de este renovador de la plástica resaltan “Animales”, de 1941 el cual representa unos lobos feroces que podrían representar los horrores de la guerra; y “El hombre ante el infinito”, realizado en 1950 en el Hotel Camino Real. 

Otra de las imágenes más emblemáticas de Tamayo es  “Dualidad”, el cual se encuentra en el vestíbulo Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología y muestra un enfrentamiento entre Quetzalcóatl y Tezcatlipoca. Resalta también  “El Universo”, un vitral realizado en el Planetario Alfa de Monterrey; y “Fraternidad o el fuego creador”, realizado en 1968 que se encuentra actualmente en la sede de la ONU en Nueva York. 

El legado de Tamayo fue muy extenso, fue un hombre que nunca se adhirió a ninguna escuela o tendencia ni estética ni política, su estilo fue natural, honesto, sin pretensiones monumentales que siempre buscó honrar la cultura mexicana, hasta su muerte el 24 de junio de 1991. 

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