Abril y el mundo extraordinario (Avril et le monde truqué) es una de esas películas que se agradecen en estos tiempos donde el furor por el 3D y las animaciones, cuyo contenido es entretenido pero insulso, plagan las salas cinematográficas del país. En una Francia alternativa, distópica, eternamente estacionada en el siglo XIX, una familia de científicos busca la sustancia suprema que librará a la humanidad de las enfermedades y restaurará el equilibrio del mundo, cuyos recursos naturales han sido sobreexplotados para mantener un status quo tecnológico basado en el carbón.
Tras la desaparición de sus padres, Abril, a quien Marion Cotillard se encarga de dar voz, se embarcará en una aventura acompañada de Darwin, su gato parlanchín, amante de la lectura y cuyo humor agridulce brinda algunos momentos memorables a la cinta, y de Julius, un ladrón cuyo papel, aparentemente inocuo, será de vital importancia.
Basada en el trabajo del historietista Jaques Tardi, los directores Cristian Desmares, quien fuera animador en Persépolis, y Franck Ekinci, nos regalan un relato que abreva de la poco complaciente ciencia ficción de publicaciones como Metal Hurlant y de la delirante imaginación de Hayao Miyazaki, aderezado con un arte cuyos trazos no buscan la perfección ni los estereotipos recurrentes en otros trabajos y cuyo mensaje, que a veces parece rayar en una suerte de apología ecologista, intenta mostrar que cualquier extremismo tiene sus consecuencias.
Es de destacar la inclusión de algunos detalles que hablan de una labor casi artesanal en la creación de la cinta, detalles que visten de un realismo inusitado, como las máscaras para filtrar el aire o la alusión a enfermedades respiratorias resultado de la constante exposición al hollín que prolifera en el ambiente.
Sin embargo, el filme también posee una que otra peccata minuta, la trama se inclina en repetidas ocasiones hacia ciertos lugares comunes, el villano, cuyo primer atisbo resulta original y atractivo, diluye su fuerza para decantarse por una esencia que no aporta nada más que un pretexto para cumplir con la estructura tradicional de cualquier relato y que se suma al infinito universo de entidades malignas cuyas maniqueas motivaciones ya no convencen del todo.
Aun así, Abril y el mundo extraordinario es la prueba de que existen otras ofertas de calidad en el cine de animación, más allá de los estándares impuestos por Hollywood y su apropiación de las costumbres, leyendas y mitologías de otras culturas. La producción francobelgacanadiense es una bella película cuya estética steampunk es un deleite visual que no debe dejarse pasar.