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Isla de perros, una obra de arte imperdible

por Ale Castillo

La segunda cinta animada del director Wes Anderson se convierte en una fábula social digna de admirarse, que encantará incluso a quienes no son amantes de los perros.

Bajo una impecable técnica de stop motion, el realizador texano nos cuenta una historia que pareciera comenzar con la conocida rivalidad entre perros y gatos, sin embargo, poco a poco se va tejiendo una historia que critica la corrupción política y el maltrato animal.

Todo tiene lugar en un Japón futurista, cuando el alcalde de la ciudad de Megasaki, decreta un destierro a cada uno de los caninos por la temible epidemia de gripe que pone en peligro a la población, pero eso solo es el comienzo de una gran aventura, que inicia cuando el sobrino del villano llega a la Isla de la Basura y emprende un viaje en busca de su fiel amigo de cuatro patas llamado Spots, para ello será guiado por cinco perros alfa que también hallarán su destino, oponiéndose al régimen y luchando por su libertad.

Cabe resaltar la mezcla narrativa que tiene lugar a lo largo de toda la cinta, en la que se multiplican fragmentos contados por los propios personajes principales y por comentaristas que a la vez fungen como traductores del idioma japonés; asimismo, los detallados flashbacks aportan mucho a la historia, salpicada con tintes de ironía en los que se pueden encontrar pequeños reflejos de la sociedad actual, sin dejar de lado también, un humor característico y oportuno que no pierde el conflicto central de la película; todo ello soportado por una banda sonora que rescata, con tambores y otras percusiones, la cultura ancestral del lejano país oriental.

En la parte técnica, cada escena y capítulo cuidan perfectamente una estética llena de formas que se convierten en un deleite visual y nos recuerdan un cuento tradicional, pero a la vez, cada detalle, único, pone a prueba el ojo de los espectadores. Desde el pelaje de los perros, la basura en la isla, la ciudad y el escenario político, hasta las nubes de polvo fibroso y el impresionante manejo del agua corriendo; sin duda, Isla de Perros es una gran muestra de creatividad que nos hace evidente la razón por la cual amamos el stop motion, pues nos recuerda que estamos viendo algo orgánico, hecho por personas y confeccionado con materiales como algodón, espuma y pintura. Como dato curioso es de destacar que se usaron más de 200 sets para la filmación, aunque algunos solamente aparecen 3 segundos en el filme.

Finalmente, Isla de Perros intenta transmitirnos un poderoso mensaje donde predominan valores como la amistad, la lealtad, la valentía, la justicia y el amor; por ello, es un largometraje que puede generar en el espectador el incontenible deseo de salir corriendo de la sala para abrazar a sus mejores amigos de cuatro patas o, en su defecto, adoptar uno de inmediato.

En resumen, la apuesta más reciente del realizador de El Gran Hotel Budapest, es una película que llega directo al corazón sin caer en lo cursi o en lo trágico, en parte por el buen manejo de personajes y por las situaciones genuinas con las cuales resulta fácil empatizar, sin que necesariamente se comparta el gusto por las mascotas.

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