Porque recordamos su obra, la magia de sus letras y su pasión por conocer; recordamos a Sor Juana Inés de la Cruz, exaltando también la lectura cada 12 de noviembre.
Por decreto del entonces presidente de la República Mexicana, José López Portillo, desde 1979 se celebra en nuestro país el Día Nacional del Libro, cada 12 de noviembre, conmemorando también el natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz; escritora mexicana que desarrolló su obra en el siglo XVII. Poesía, teatro, estudios musicales, opúsculos filosóficos, epístolas, componen su legado, imbuidos de su talento, erudición y convicción por el estudio.
Juana Inés de Asbaje y Ramírez, nació el 12 de noviembre de 1651, en la Ciudad de México. Desde muy pequeña comenzó a estudiar y a mostrar su precocidad, pues aprendió a leer a los 3 años y a los 8 escribió su primera loa al Santísimo Sacramento.
Sor Juana manifestó también su poco interés en el matrimonio al igual que su preferencia por el estudio; razón por la cual optó por la vida religiosa. Primero entró al Convento de San José de las Carmelitas Descalzas, pero lo dejó por motivos de salud, sin embargó profesó como religiosa en el Convento de San Jerónimo en 1669, ya con el nombre de Sor Juana Inés de la Cruz.
Debido a su popularidad, desde muy joven le fue solicitada la creación de numerosos poemas. Así mismo, gracias a la amistad con los virreyes también se le permitió representar comedias profanas, tal es el caso de “Los empeños de una casa” (1683) y “Amor es un laberinto” (1689).
En 1688, los virreyes Mancera y en particular la condesa María Luisa, apoyó la difusión de la obra de Sor Juana, finalmente se publicaron en 1689 en Madrid con el título “Inundación castálida”, recibida con gran entusiasmo. Mientras tanto en la Nueva España ya se conocían los villancicos y algunos poemas.
En aquel tiempo, no era bien visto que las mujeres se dedicaran al estudio y al conocimiento, especialmente de temas teológicos o filosóficos; sin embargo, Sor Juana escribió una crítica al Sermón del Mandato de Antonio Vieyra, predicador, bajo el título “Carta atenagórica”. Entonces Fernández de Santa Cruz (Filotea de la Cruz) le envió una carta donde la animaba a dedicarse a las letras divinas y abandonara las humanas; de aquí devino la “Respuesta a Sor Filotea”.
A partir de 1693, la vida de Sor Juana tuvo muchos cambios sin razones conocidas. Abandonó la escritura, renunció a su biblioteca, aparatos científicos e instrumentos musicales; el dinero que obtuvo de la venta de sus libros fue donado a los pobres. En 1694 fue contagiada con la peste y murió el 17 de abril de 1695.
Debido a la trascendencia de esta autora para el desarrollo de la cultura literaria mexicana, desde 1979 se le recuerda cada 12 de noviembre a través del Día Nacional del Libro; espacio donde se tiene la tradición de dedicar el día a un autor al que se homenajea editando un libro con su obra; también se realizan talleres, jornadas de creación literarias, presentación de libros, entre otras.
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