- Al rededor de la 1 de la tarde del primero de febrero, habitantes del oeste cubano escucharon una explosión.
- Revisiones preliminares anunciaron que los restos del meteorito que impactó en la zona de Pinar del Río, podrían ser radiactivos.
- Estudios complementariosanunciaron que no hay peligro en las formaciones rocosas derivadas del meteorito
Al rededor de la una de la tarde del día primero de febrero, un meteorito aterrizó en Cuba. Los habitantes de diversos poblados de la zona de Pinar del Río, al oeste de Cuba, escucharon una explosión. Algunos vecinos declararon que sus casas se estremecieron y otros más, aseguraron haber visto una bola de fuego en el cielo.
Después de que el Servicio Meteorológico Nacional de Estados Unidos avistara un posible meteoro sobre el cielo de los Cayos de Florida, se supo de una peculiar explosión al oeste de Cuba, en la zona de Pinar del Río. Una vez revisada la materia derivada del impacto, el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente cubano anunció que se trataba de un meteorito que se desintegró en camino, dejando a su paso pequeños fragmentos compuestos por hierro, níquel y silicato de magnesio.
TTras el estruendo, vecinos y turistas recolectaron algunas piedras provenientes de la explosión. En total se han rescatado poco más de 100 fragmentos, el de mayores dimensiones es de aproximadamente 11 centímetros.
En los siguientes días, estas formaciones rocosas fueron analizados en el Centro de Estudios Ambientales de Cienfuegos; estos primeros estudios ubicaron la presencia de 27 elementos en su composición química y minerológica y concluyeron que podrían provenir del asteroide Vesta, el tercero más grande del Sistema Solar. Así mismo, informaron que encontraron pequeños niveles de radiactividad, por lo que recomendaron no realizar amuletos, ni aretes, ni algún otro tipo de objeto que suponga mantenerlos cerca del cuerpo.
Justamente tres semanas después del impacto hubo una actualización de la información. Un grupo multidisciplinario de investigadores expuso en el espacio Puertas Abiertas de la Academia de Ciencias de Cuba, que después de haber analizado algunos fragmentos rescatados no se cuenta con evidencia suficiente para determinar presencia radiactiva peligrosa.
De acuerdo con una publicación del diario cubano “El Nuevo Día”, el Doctor en Ciencias Oscar Álvarez Pomares aseguró en este encuentro que: “Ningún meteorito de estos tiene radiactividad perceptible. Lo que se ha divulgado es completamente equivocado”. El Doctor Álvarez explicó que “…esos niveles de radiactividad no deben preocupar a nadie, así como las características de las rocas del meteorito en general, pues no contienen materiales que puedan dañar la salud”.
En el mismo encuentro se presentó el geólogo Manuel Iturralde, quien aseguró que todas las rocas, especialmente las graníticas, poseen dosis mínimas de radiactividad, que no resultan peligrosas para nosotros.
Los meteoroides son rocas que viajan desde el espacio. Cuando estas formaciones rocosas entran a la atmósfera terrestre y se encienden, se les llama meteoros; si en vez de “explotar” como estrella fugaz, se llegan a impactar, se les denomina meteoritos. De acuerdo con las observaciones de científicos del Instituto de Astronomía de la Universidad de Hawai, diariamente caen meteoros y meteoritos hacia la Tierra.
En noches de cielos completamente oscuros, se puede apreciar el desplome de hasta uno por minuto: cada hora caen a la Tierra alrededor de 60 meteoritos, lo que podría representar al rededor de 525 mil 600 por año. ¿Por qué no nos damos cuenta? Porque la mayoría de éstos se desintegran antes de traspasar la atmósfera terrestre.
Informes científicos indican que en Cuba se han registrado aproximadamente 6 impactos de meteoritos. Tres se reportaron en 1938, dos más en 1974 y 1994, y finalmente éste de febrero del 2019.
De acuerdo con informes de la NASA, el meteorito del primero de febrero viajó hacia la atmosfera a 16 kilómetros por segundo, pero explotó a una altura aproximada de 24 kilómetros de la superficie de la tierra, esto neutralizó un impacto que pudo haber sido mayor que la onda expansiva de la bomba atómica de Hiroshima.