Inicio EntretenimientoCine ¿Por qué “Green Book” sí es una buena película?

¿Por qué “Green Book” sí es una buena película?

por María Chamosa

Con la crítica dividida, e incluso rodeada por dos que tres polémicas un tanto ajenas a la película en sí misma, “Green Book” llega a las salas de cine mexicanas para contarnos una historia que si bien no descubre el hilo negro, sí logra hilvanar con bastante precisión los trozos de tela que van confeccionado una amistad sin fronteras entre dos personajes opuestos, diferentes en experiencias, en hábitos de convivencia, en la forma de ver y “vivir” la vida, pero sobre todo con distinto color de piel.

La premisa es sencilla: Tony  Lip (Viggo Mortensen) un italoamericano de personalidad brusca, durante una mala racha y ante la necesidad de mantener a su familia, toma un trabajo como chofer y asistente de un refinado y destacado pianista afroamericano: el Doctor en Música Don Shirley (Mahershala Ali). La misión de Tony es lograr que el Doctor Shirley cumpla, durante dos meses, con todos los compromisos derivados de una gira de conciertos por el Sur de los Estados Unidos.

En un ambiente en que el racismo hacia la comunidad afrodescendiente de los años 60 limitaba los espacios en que podían permanecer las personas de color, la peculiar pareja  emprende un viaje de autodescubrimiento bajo la estructura del road movie (película de carretera). Para lograr su propósito, Tony lleva consigo una guía conocida, justamente, como el “Libro Verde”, que indicaba los sitios de hospedaje y esparcimiento que permitían el acceso a las personas de color.

A pesar de los premios que ya ha recibido, y de las nominaciones al Óscar, “Green Book” no ha sido una pieza del todo aceptada por la crítica, esto debido a la acusación de ser un relato muy condescendiente, que incluso “victimiza” al pianista y busca moralizar al espectador.

Resulta importante recordar que de suyo el cine, como medio de comunicación de masas, posee la capacidad de maniobrar en lo más profundo de las sensaciones y emociones de los espectadores, por lo que se ha convertido en un fenómeno social responsable  (para bien o para mal) de la transmisión de conductas y modelos de vida; y no está de más la invitación a reflexionar sobre el rechazo a causa del origen étnico, pues si bien puede parecer recurrente el tema del racismo, a últimas fechas la problemática ha recrudecido.

Es verdad que  Hollywood siempre se ha caracterizado por su sentido aleccionador y por la búsqueda de lo políticamente correcto, pero también es cierto que en el Sur de aquella época las personas de color no podían ir al mismo retrete que los blancos, eran confinados al cuarto de las escobas, y no se les veía con buenos ojos en ciertos restaurantes, aun cuando se tratase de una personalidad como el Doctor Shirley.

En defensa de “Green Book”, e independientemente de la carga ideológica que puede quedar a discusión desde el punto de vista de todo tipo de subjetividades, es justo decir que se  trata de una película resguardada por una robusta construcción narrativa bien lograda tanto por los guionistas como por el director Peter Farrelly: la estructura dramática se maneja, si bien de forma moderada, sin lagunas argumentales; a pesar de los posibles clichés raciales (que representan una realidad que sí es estereotípica) los personajes guardan cierta complejidad que es regulada con mucho acierto por la propia progresión dramática, el desempeño actoral y la atinada dirección.

Simón Feldman, quien fuera un reconocido crítico, director de cine, guionista y pintor argentino, afirmaba que toda película debería responder a un objetivo, a una razón para que valga la pena su realización; así la sucesión de acciones y eventos progresaría favorecida por obstáculos, incidentes, catástrofes o discusiones que apoyen la consecución de dicho objetivo. Y así se suceden las aventuras de Tony  y el Doctor Shirley: los alcances de la historia son coherentes con los sucesos que paulatinamente se van revelando hasta lograr mantener el interés por parte del espectador.

El objetivo principal de la historia es llevar a Tony hacia un viaje transformador que lo ayude a trascender su predisposición racista (establecida claramente en las primeras secuencias del filme cuando tira a la basura un par de vasos donde bebieron agua unos trabajadores de color), y en este sentido el Dr. Shirley resulta un personaje más que secundario de soporte: un maestro de vida que funge como un catalizador que dispara la acción del personaje principal, favoreciendo la progresión dramática de la película y empujando a Tony hacia una mejor versión de sí mismo, ¿Y por qué no pensar que el cine también podría empujar al espectador a buscar una mejor versión de sí mismo?

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