Nunca se me ocurriría decir que Led Zeppelin es una banda sobrevalorada, ni por error, pero si me dieran a elegir entre alguna de las agrupaciones que surgieron a finales de la década de los sesenta, sin dudarlo me inclinaría por Deep Purple, de Black Sabbath disfruto más la etapa que tuvieron junto a Ronnie James Dio, aunque hay canciones icónicas interpretadas por Ozzy que ocupan un lugar privilegiado en el soundtrack de mi vida.
Discúlpenme puristas y fans de la banda lidereada por Jimmy Page pero es que Deep Purple lo tiene todo, melodías poderosas, letras interesantes, más allá de Smoke on the water, que siempre me ha parecido un buen chisme de lavadero, una trayectoría impresionante que actualmente sigue produciendo buenas canciones y el atrevimiento y la actitud suficientes para definir como debía sonar una banda de rock duro. Allí están Ian Paice, guerrero incansable que no se sentía dios, ni la ballena de Melville, pero que demostró ser lo suficientemente hábil para seguir las intrincadas armonías de Jon Lord y los rasgueos sutiles pero contundentes de Roger Glover; está la personalidad carismática de Ian Gillan, cantante que alcanzaba notas agudísimas que enchinaban la piel en temas como Child in time o Space Truckin´ y, por supuesto, la presencia de Ritchie Blackmore, ese artesano de mirada torva, eternamente vestido de negro, quien creó algunos de los riffs más representativos de toda la historia de la música moderna.
En sus distintas encarnaciones (Marks I, II III IV, etcétera les llaman los más avezados) El púrpura profundo coqueteó con estilos tan variados como el blues, el funk, el folk y el heavy metal, está de más decir que fueron ellos los precursores de esa mezcla, hoy tan común, entre orquesta sinfónica y banda de rock y que sus daños colaterales, resultado de la constante batalla entre los egos de Gillan y Blackmore, fueron nada más y nada menos que Rainbow y Whitesnake.
No se puede escuchar “Machine Head” y no tener la sensación de que se está ante una obra maestra, no se puede escuchar aquel “In rock” de 1970, el de la portada que alude al monte Rushmore, y no sorprenderse ante la actualidad de su sonido, no se puede ser indiferente a “Purpendicular” o “Abandon” ya con Steve Morse en la guitarra, pues temas como Ted the Mechanic, Somethimes I feel like screaming o Watching the sky dan una cátedra de como debía gestarse el soundtrack del fin de siglo.
Sí, Led Zeppelin alcanzó muy pronto el título de leyenda, pero las leyendas están ahí para ser veneradas, para permanecer inmóviles, incuestionables, Deep Purple se ha permitido morir y renacer varias veces lo cual los hace muy disfrutables hoy, mañana o dentro de 10 años.