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¿Por qué nos emociona el cine?

por María Chamosa

El cine va más allá de una sucesión de escenas, implica la transmisión de sentimientos o emociones. Entrar a una función de cine es como abrir una caja de Pandora.

Ir al cine o ver una película supone la posibilidad de experimentar un placer o un sufrimiento inesperado… y es que como decía  Andrei Tarkovski: “el cine actúa sobre todo en el alma”. Con cada película, el espectador corre un riesgo insospechado, nunca se sabe qué escuchará, qué verá, y por tanto nunca se sabe qué efecto emocional provocará cierta escena, cierto diálogo.

Pero, ¿Cómo es que el cine nos despierta las emociones? Las emociones están conformadas por una serie de reacciones cerebrales, las cuales se manifiestan ante ciertos estímulos, que bien pueden tener su origen dentro o fuera del sujeto. La percepción del exterior implica una serie de procesos mentales que ponen a trabajar a las neuronas. En general, para que el ser humano pueda experimentar emociones se requiere de un estímulo externo que desencadene la respuesta emocional; posteriormente la mente puede desarrollar un sentimiento.

Existe una serie de emociones que algunos autores denominan básicas, otros las llaman universales, otros más se refieren a éstas como fundamentales. Según Descartes existen seis pasiones primitivas: amor, deseo, odio, alegría y tristeza (las cuales, decía el filósofo, son originadas en el corazón y demás vísceras del organismo). Desde el punto de vista de Darwin, las emociones se aprenden o adquieren genéticamente; él afirmaba que existe una serie de expresiones emocionales que han sido heredadas de padres a hijos debido a que aportan beneficios a nivel de evolución y/o adaptación al medio.

Los gatos, por ejemplo, indicaba Darwin, utilizan mucho sus voces para expresar sus emociones, sus deseos. En el caso de los humanos, la sonrisa es el paso anterior a la risa.  Esta expresión puede derivar en sonidos que comunican bienestar, o bien se puede mostrar una sonrisa ante una oleada de temor o timidez.

Normalmente la gente experimenta una amplia gama de emociones  que abarcan desde las experiencias agradables hasta las más desagradables o peligrosas. Una emoción llevada al límite puede desencadenar, por ejemplo, en crímenes pasionales,  suicidios o la pérdida de la razón.

El cine suele representar las emociones más intensas del ser humano. Considerando que la vida es paradójica, una misma persona podrá sentir alegría y tristeza ante un mismo suceso, amor y odio por alguien al mismo tiempo: el asesino más brutal podría enternecerse ante un cachorro canino que le menea la cola. Y por tanto, un espectador puede llegar a sentir simpatía y hasta cierta “complicidad” con el asesino o villano de la película; y es que como dice Edgar Morin: “cada persona tiene potencialmente dentro de sí lo peor y lo mejor de la humanidad”.

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