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Aican el pintor robot, cuyas obras se venden en miles de dólares

por María Chamosa
  • Aican el pintor robot, ha creado obras que se han expuesto en Nueva York, San Francisco, y otras ciudades.
  • Está programado con aproximadamente 80 mil imágenes provenientes del arte occidental de los últimos 500 años, lo que le permite realizar sus propias combinaciones.
  • La primera obra vendida fue nombrada por Aican como “San Jorge y el Dragón” y costó 16,000 dólares.

Durante mucho tiempo el ser humano ha soñado con ser un dios capaz de generar vida. A esto se le conoce como arquetipo creacionista: figura literaria recurrente donde un ser superior otorga el soplo de vida a otro ser. Desde el siglo pasado, muchos científicos  y programadores han trabajado sin descanso con el fin de generar inteligencia artificial, lo más autónoma posible.

Una máquina inteligente será aquella cuya programación le permita generar ciertas acciones o funciones de manera flexible (incluso simulando el “libre albedrío”), en ambientes donde el robot ponga en práctica funciones consideradas tradicionalmente sólo para humanos; es decir la realización de ciertas actividades mediante el razonamiento.

Uno de los debates que la inteligencia artificial ha puesto en la mesa de los analistas contemporáneos es: ¿qué tan posible es que las entidades robóticas desarrollen conciencia, o  más aún, autoconciencia? En el 2015 especialistas en robótica del Instituto Politécnico Rensselaer, de Nueva York, anunciaron que tres robots construidos por ellos habían aprobado satisfactoriamente la prueba de autoconciencia “Los sabios del Rey”.

Una de las cualidades para la creación artística es, justamente, la autoconciencia. Incluso ha habido filósofos como Danto que han afirmado que el arte tiene una esencia que brota justamente de la autoconciencia y el autoconocimiento. Desde esta lógica: ¿Un robot artista posee autoconciencia y autoconocimiento?

Aican es el nombre de un robot que se dedica al arte ¿su disciplina? La pintura. Creado en la Universidad de Rutgers, Aican está programado para desempeñarse como un artista prácticamente autónomo, que ha asimilado distintos estilos y corrientes plásticas, lo cual le permite generar sus propias propuestas: con un toque de innovación, tomando en cuenta lo que ya existe, pero evitando imitar demasiado.

Los programadores de Aican utilizaron un algoritmo conocido como “red de adversarios”, lo que lo prepara para competir contra dos oponentes. Asimismo, Aican fue cargado con 80 mil imágenes que en su conjunto representan el canon artístico que podría definir la plástica occidental de los últimos 500 años. Por cierto, Aican también es capaz de nombrar sus obras, pues también “sabe” de historia del arte y eso le da una idea sobre qué tipo de títulos suelen utilizar los artistas.

Entre las principales características del “trabajo” de Aican resalta que la gente no logra distinguir entre lo que realiza el robot y las obras de creadores humanos.  En octubre del año pasado se organizó la primera de varias exposiciones conformadas por las “colecciones” de Aican. San Francisco, Frankfurt, Los Ángeles y Nueva York son alguno de los sitios donde los asistentes se preguntan ¿quién es el artista? Y no dan crédito cuando se enteran de que el creador es un robot.

Algunos escépticos han dicho que el verdadero artista detrás de estas pinturas debe ser el programador, sin embargo, éste ha dicho en diversas ocasiones que si bien él cargó la información en Aican, es éste quien de manera autónoma elige estilos, colores, texturas y composiciones.

A pesar de que sus obras se han llegado a vender en miles de dólares, como fue el caso de  “San Jorge y el Dragón”, que costó la friolera cantidad de 16,000 dólares; Aican es sólo una máquina, que si bien es autónoma al seleccionar las combinaciones con que trabaja, no tiene la capacidad de salir al mundo y observar desde un sentido empático las ilusiones, pasiones, decepciones y anhelos de la gente. Y es que la inteligencia artificial sigue sin alcanzar un nivel de autoconciencia que le permita realmente rebelarse e independizarse de su programador.

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