La Capilla Sixtina, recinto de gran significado religioso para los católicos, uno de los más representativos para el turismo mundial; es en general muy importante para la cultura occidental, todo por una razón: alberga una de las obras más importantes en la historia del arte y de la humanidad; los frescos de Miguel Ángel.
Pero Miguel Ángel no fue el único artista en trabajar en la Capilla y tampoco fue el primero. Entre 1477 y 1480, la Capilla fue redecorada por encargo del Papa Sixto VI della Rovere, a quien debemos que se le llame Capilla Sixtina.
Perugino, Sandro Botticelli, Domenico Ghirlandaio y Cosimo Rosselli, realizaron una reestructuración en las paredes que incluyen las historias de Moisés, las de Cristo, retratos de antiguos Papas. Tiempo después, Pier Matteo d’Amelia pintó un cielo estrellado en la bóveda.
Fue el Papa Julio II della Rovere quien encargó a Miguel Ángel en 1508 la decoración de la bóveda y los lunetos, trabajo que concluyó en 1512 y hecho público en una misa solemne el 1 de noviembre. Posteriormente Miguel Ángel realizó una nueva decoración en 1533, la representación del juicio universal.
En la bóveda están representados algunos pasajes del Génesis y también de la liberación del pueblo de Israel, con varios desnudos. Colocó en la base de la arquitectura figuras de doce videntes y más abajo las de los antepasados de Cristo.
A pesar, entonces, de qué Miguel Ángel no fue el único artista que participó en la decoración del recinto, si es considerado el mayor exponente del arte renacentista.
Aunque ya en su momento recibió críticas y exaltaciones, aún se le valora por su alto valor simbólico, en donde el artista verdaderamente se involucra y se funde al plasmar su obra; la destreza al exponer la fuerza y perfección del cuerpo humano, el gran dominio del arte no solo pictórico, sino también en la escultura.