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Recordando a Rosario Castellanos

por Adriana Negrete

Rosario Castellanos dejó un gran legado a través de su trabajo como poeta, ensayista, periodista, diplomática, profesora. 

Rosario Castellanos nació el 25 de mayo de 1925 y murió en 7 de agosto de 1974. Vivió desde muy pequeña en Comitán, Chiapas, dentro de una familia tradicional;  las vivencias que tuvo en esa época son claramente palpables en su obra.

Estudió Filosofía en la Universidad Autónoma de México y a los 18 años publicó en la Revista Antológica América. Formó parte del Grupo “Ocho Poetas”, en el que se encontraban Dolores Castro, Javier Peñalosa, Alejandro Avilés, Octavio Novaro, Efrén Hernández, Honorato Ignacio y Roberto Cabral del Hoyo, con quienes publicó una Antología.

Castellanos obtuvo también el grado de Maestra en Filosofía, también en la UNAM con una tesis sobre cultura femenina. Después obtuvo una beca en el Instituto de Cultura Hispánica y en 1950 cursó un Posgrado sobre estética y estilística en la Universidad de Madrid.

Ya en México, en 1952 fue directora del Instituto Chiapaneco de Ciencias y Artes de Chiapas y dirigió un grupo de teatro guiñol tzeltal-tzoltzil donde realizó guiones de alfabetización. De 1958 a 1961 redactó textos escolares en el Instituto Nacional Indigenista. Entre 1954 y 1955, con la beca Rockefeller, se dedicó a escribir poesía y ensayos.

Rosario Castellanos se casó en 1958 con Ricardo Guerra y tuvo tres hijos, de los cuales los dos primero murieron, y al tercero, Gabriel, le dedicó los textos rosarinos.

De 1961 a 1966 fue Jefa de Información y Prensa en la UNAM. Entre 1962 y 1971 ofreció clases de literatura y novela contemporánea y seminario de crónica. De 1966 a 1967 también impartió clases en la Universidad de Wisconsin y en la de Bloomington. En 1971 fue nombrada embajadora de México en Israel.

La obra de Rosario se distingue por resaltar el valor social de la mujer, por abrir la reflexión a la desigualdad de los indígenas; expuso su propia voz, su íntima reflexión de los temas sociales que se suscitaban en México en su época y al mismo tiempo inquiría a quien lo leyera. Dejaba el dedo en la llaga. Movía las conciencias.

Murió el 7 de agosto de 1974 en Israel a consecuencia de un infortunado accidente doméstico. Sería hoy, al conmemorar su vida y su obra, un buen momento para rescatar sus reflexiones, su palabra; para volver a plantear la postura de cada mujer y cada hombre ante la evolución tecnológica, científica y social que vivimos en nuestros días.

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